LA MAGIA DEL BARRO NEGRO
Hablar de Oaxaca es hablar de una tierra llena de magia, color y tradición. Sus costumbres, música, gastronomía, historia, pero sobre todo su arte, se entrelazan para dar sentido e identidad a una cultura sincrética, donde el pasado y el presente se juntan y florece en un sinfín de formas artísticas.
La localidad de San Bartolo Coyotepec perteneciente al Distrito de Ocotlán, se caracteriza por una larga tradición alfarera que data desde tiempos prehispánicos, con el paso de los años ha enriquecido y perfeccionando su técnica hasta llegar a transformar la arcilla en verdaderas obras de arte moldeadas en barro negro.
Históricamente este pueblo era una aldea zapoteca y antiguamente como hasta hoy, los artesanos continúan extrayendo el barro de una mina al aire libre que está en las faldas del Cerro del León, la cual los provee de su material de trabajo. Una creencia popular muy antigua dice: “… a la mina que provee de barro a los artesanos de San Bartolo Coyotepec, a la que llaman Guegove, no deben ingresar las mujeres, ni gente ajena a la población, ya que el espíritu guardián o nahual puede enfadarse y provocar que la tierra se vuelva áspera.” Quizá esta idea mágica sea la generadora del aura de misticismo que rodea al barro negro que allí se elabora, y que permea los mitos y leyendas tradicionales zapotecas que han pasado de generación en generación.
Los artesanos con el agua y la arcilla como sustento material, transforman el polvo de la tierra con sus manos como única herramienta, esculpen lo que les dicta su imaginación y su corazón como elemento esencial para dar vida a sus esculturas, entablando un dialogo con lo divino, con el mundo y representando el sentimiento de la colectividad.
Para moldear el barro con arte es necesario adentrarse en un ritual mágico, que inicia con la limpieza de la arcilla, para quitar las piedras o impurezas. Una vez limpio el barro se remoja para ablandarlo y poderlo amasar, es en este instante donde comienza la magia, el polvo va cobrando vida, surge, se levanta, crece, vive y se intensifica con las manos del artífice, el cual le confiere la vida por medio de la imaginación, la creación y la técnica.
Cuando está lista la pieza, se le pasa una esponja húmeda para proceder a calarla, esgrafiarla o rayarla. La hermosura de su brillo resulta de haberla bruñido con un cuarzo antes de pasar al proceso de cocción en leña de encino. Algunas piezas, se vuelven a bruñir una vez que están secas para lograr el matiz entre el negro mate y el brillante.
Una vez lista la pieza, se hornea a una temperatura elevada, en un horno bajo tierra completamente cerrado para que se produzca una atmósfera reductora de oxígeno; para ello es necesario sellar todas las entradas con lodo. Éste proceso da lugar a un humo muy denso que impregna a las piezas y es así como se obtiene el color negro tan característico del barro de San Bartolo.
El pueblo de San Bartolo de Coyotepec con su tradición y técnica ha ganado fama en el mundo de las artesanías mexicanas, y ocupa un lugar importante entre las cerámicas más apreciadas y buscadas tanto a nivel nacional como internacional.
Aquí solo ha escrito un pequeño esbozo de la tradición alfarera en Oaxaca, sin embargo, de tras de cada pieza, existe un nombre y un apellido; unas manos y un corazón: Carlo Magno Pedro Martínez, Magdalena Pedro Martínez, Antonio Eurípides Pedro González, Abraham Mateo Reyes, Elba León Cantón, son solo algunos de los incansables maestros del barro negro oaxaqueño.
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Por: @gdbuampol
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